BABILONIA

recreación ciudad Babilonia

Babilonia, una de las ciudades-estado más icónicas de la antigua Mesopotamia, representa el auge de la civilización en el Creciente Fértil. Ubicada en lo que hoy es Irak, Babilonia se destacó por sus avances en arquitectura, leyes, comercio y cultura. Desde sus orígenes hasta su caída, Babilonia fue testigo de períodos de esplendor, dominación extranjera y renovación cultural.

Orígenes de Babilonia

Babilonia surgió alrededor del tercer milenio a.C. en el fértil valle entre los ríos Tigris y Éufrates. Inicialmente, era una ciudad menor bajo el dominio de otras ciudades-estado más poderosas, como Ur y Uruk. Su ubicación estratégica, cerca de rutas comerciales clave, favoreció su desarrollo como un centro importante de intercambio económico y cultural.

El término «Babilonia» deriva del acadio Bab-ilu, que significa «Puerta de los dioses». Este nombre refleja la relevancia religiosa que la ciudad tuvo desde sus primeros días.

El Primer Imperio Babilónico y Hammurabi

El ascenso de Babilonia como una potencia regional comenzó bajo la dinastía amorrea en el siglo XIX a.C. Sin embargo, fue Hammurabi (1792–1750 a.C.) quien elevó a Babilonia a imperio.

Hammurabi consolidó su poder conquistando ciudades vecinas y estableciendo un control firme sobre Mesopotamia. Bajo su reinado, Babilonia se convirtió en un centro administrativo, económico y cultural. Su contribución más duradera fue el Código de Hammurabi, un conjunto de leyes talladas en piedra que establecían normas para la justicia, el comercio y la vida cotidiana. Este código, uno de los más antiguos que se conserva, reflejaba una sociedad estratificada y la importancia del orden en la civilización babilónica.

Además de sus logros legales, Hammurabi promovió la construcción de canales y templos, fortaleciendo la infraestructura de la ciudad.

Decadencia y dominio extranjero

Tras la muerte de Hammurabi, Babilonia entró en declive. Las rivalidades internas y las invasiones externas debilitaron el imperio. Durante el segundo milenio a.C., Babilonia sufrió la dominación de varias potencias extranjeras, incluidos los hititas y los casitas. Los casitas gobernaron durante casi cuatro siglos, revitalizando la economía y el comercio, pero sin alcanzar el esplendor cultural del período de Hammurabi.

Durante este tiempo, Babilonia continuó siendo un importante centro religioso, y el dios Marduk ascendió como la deidad principal. El templo de Esagila, dedicado a Marduk, se convirtió en un símbolo del orgullo babilónico.

El renacimiento babilónico: Nabucodonosor II y el Imperio neobabilónico

El período más famoso de la historia de Babilonia llegó con el Imperio neobabilónico (626–539 a.C.). Este renacimiento comenzó con Nabopolasar, quien expulsó a los asirios y estableció una dinastía independiente. Sin embargo, fue su hijo, Nabucodonosor II (605–562 a.C.), quien llevó a Babilonia a su cúspide.

Las conquistas de Nabucodonosor II

Nabucodonosor II expandió el Imperio babilónico, conquistando Jerusalén y llevando a cabo la deportación de los judíos, un evento conocido como el Exilio Babilónico. También fortificó las fronteras del imperio y reforzó su posición como una de las potencias más influyentes del mundo antiguo.

Los logros arquitectónicos

Bajo Nabucodonosor II, Babilonia se transformó en una ciudad monumental. Entre sus logros destacan:

  • La Puerta de Ishtar: una entrada decorada con azulejos vidriados y representaciones de dragones y toros, dedicada a la diosa Ishtar.
  • Los Jardines Colgantes de Babilonia: considerados una de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo, estos jardines, aunque de existencia debatida, reflejan la sofisticación de la ingeniería babilónica.
  • El Zigurat de Etemenanki: un enorme templo escalonado que se cree inspiró la historia bíblica de la Torre de Babel.

Estos proyectos no solo demostraron el poderío de Nabucodonosor II, sino que también reforzaron la centralidad de Babilonia como un centro cultural y religioso.

La caída de Babilonia

El declive de Babilonia comenzó tras la muerte de Nabucodonosor II. Los sucesores de la dinastía neobabilónica no pudieron mantener el control del imperio, y la ciudad cayó en desorden interno. En el año 539 a.C., el Imperio aqueménida, liderado por Ciro el Grande, conquistó Babilonia. Según relatos históricos, como el de Heródoto, la ciudad fue tomada sin resistencia significativa, gracias a la diplomacia y las estrategias militares de Ciro.

Bajo los persas, Babilonia continuó siendo un importante centro administrativo, pero perdió su independencia y protagonismo.

Babilonia bajo el dominio persa, helenístico y posterior

Aunque el Imperio aqueménida respetó las tradiciones culturales y religiosas de Babilonia, la ciudad nunca recuperó su antigua gloria. Con la conquista de Alejandro Magno en el siglo IV a.C., Babilonia experimentó un breve resurgimiento como centro de aprendizaje y cultura helenística. Alejandro planeó convertir a Babilonia en la capital de su vasto imperio, pero su muerte prematura en el año 323 a.C. truncó estos planes.

Durante los siglos siguientes, Babilonia fue eclipsada por otras ciudades, como Seleucia. Para el período romano, Babilonia era poco más que una reliquia de su grandeza pasada.

Legado cultural y científico

A pesar de su declive, Babilonia dejó un legado duradero en varias áreas:

  • Astronomía y matemáticas: los babilonios desarrollaron avanzados sistemas de observación astronómica y cálculos matemáticos, incluyendo el uso del sistema sexagesimal (base 60) que aún influye en cómo medimos el tiempo y los ángulos.
  • Literatura: obras como la Epopeya de Gilgamesh y otros textos religiosos y mitológicos destacan la rica tradición literaria de Babilonia.
  • Derecho y administración: el Código de Hammurabi sentó precedentes para futuros sistemas legales.

Babilonia, con su mezcla de avances culturales, arquitectónicos y científicos, representó uno de los grandes momentos de la civilización en el mundo antiguo. Aunque su poder político fue efímero en comparación con su impacto cultural, su legado ha perdurado a lo largo de milenios. Las ruinas de Babilonia, declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, son un recordatorio tangible de una civilización que moldeó la historia de la humanidad.

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